Seguimos de celebración del XXX Aniversario de la I Sagardo-Bira, 24h después de la anterior, ufff. Volvemos a la sidrería de Andoain en la que estuvimos hace unos 10 años.
Asistentes: María, Iker, Celia, Edu, y Nesss.
De comer, una tortilla de bakalao redonda para todos, que María se encarga de trocear y repartir estilo amatxo (triángulos), partición que Edu se encarga de joder trazando un circulo interior con el cuchillo; aunque fina, sabía mejor de lo que parecía. Después, cinco trozos de bakalao de grandes lascas, pero un tanto sosos, con pimiento verde enmedio de la bandeja; no tan rico como parecía. Luego vino un txuletón ya cortado y con patatas fritas, bastante grande en comparación con los de la víspera. Varios se quejaron de que estaba salado, pero se compensaba comiendo patatas fritas a la vez. Hubo quien se puso tibio con la armónica. Cuando el camarero preguntó si querríamos más, le dijimos que sí, pero que ya le avisaríamos cuándo, para poder degustar sidra sin tener que vigilar la mesa. El segundo txuletón, que vino al poco de pedirlo, era más ancho que el primero y de tamaño similar; vimos que sacaban de tamaño brontosaurio en todas las mesas. También se acompañó de patatas fritas. Pero además de que no era fácil tocar la armónica, las fuerzas y apetito ya flaqueaban, incluso quedó un trozo de carne sin acabar; mucha carne para 5 estando dos mermados del día anterior. En los postres, cestón de nueces (excesivamente pequeñas, por lo que alguno acabo estigmandose para Semana Santa), dos trozos de queso (demasiado tierno) cada, y algo de membrillo pálido enmedio (aun así, más del doble que en la víspera, las comparaciones son inevitables). Al final el precio fue 218 euros, 43 cada uno más 3 euros de los cafeses cortado y con leche para Iker y María, o sea, 43,60€ a cada uno. Un poco pasado de precio pero es verdad que no pudimos del todo con el segundo txuletón.
Lo primero que se hizo en la mesa fue meter, no sin dificultades, el banco de un lado debajo de la misma, para que no molestara, por lo que algunos tuvieron que cambiar su ubicación inicial: Celia y Nesss hicieron enroque. En el primer recorrido por las de madera, Nesss hizo de txotxero del grupo, puesto asignado después a Celia. María sigue colando su vaso por delante del de los demás. Salvo Iker y Edu, que los tenían serigrafiados del mismo color (blanco), los demás teníamos nuestros vasos identificados por el color en que aparecía el nombre de la sidrería (azul, morado y rojo).
Apenas empezamos a probar las sidras cuando llega la txistorra de aperitivo (ya no se puede ni beber... y de nuevo cada trozo de una longitud distinta) y les confirmamos que tomaremos menú clásico de sidrería. Edu se queja de los cortes de pan de Nesss, y, mientras él y Celia están montando sus bocadillos de txistorra, uno de los camareros grita "Txooootx!!" y nos hacen salir. Edu y Celia abandonan sus bocadillos sin poder haber dado ni bocado (algunos se los comieron de camino), salimos al parking, entramos en otra estancia, de pasillo estrecho y laberíntico que desemboca en una mini estancia con kupelas metálicas, aún más estrecha (sólo cabía el txotxero y 2-3 personas más) y que obliga a pillar sidra y salir de seguido a la zona más "ancha", con inevitables topetones entre ambos sentidos de circulación. Abre las tres que tienen sidra y nos dicen que la cuarta está vacía. Volveríamos allí cuando, tras el primer txuletón y antes de dar el ok al segundo, aprovechamos para pedir al txotxero otra vuelta donde las metálicas. La sensación generalizada es que la sidra de las kupelas de madera está más hecha que la de las metálicas. Pero que, aunque de sabor más xuabe, también está buena... y la sidra también (muletilla que nos acompaña desde la de Oialume-Zar, famosa también por el granizado de sidra que tomó entonces Edu y recordó durante esta cena).
La sidrería se llenó como media hora después de llegar nosotros, y de veinteañeros, la cuadrilla más abundante (uno 20) colegas de los camareros y txotxeros. El murmullo de la sidrería fue ganando en intensidad pues gritaban para comunicarse que reventaban tímpanos. Cabe indicar que la proporción era de alumnado en Informática, en la mesa más grande 20 chicos, 0 chicas. Se metieron croquetadas, costilladas y otros productos del local, incluyendo botellas de sidra en la mesa. Al otro extremo de nuestra mesa colocan a una pareja con dos niños pekes, que iban con balón de fútbol incluido, a los que nada más llegar les dieron sidra (hay relevo), aunque sólo un trago, luego les pidieron una botella de mosto. La madre de este grupito nos ilustra por dos veces con sus habilidades partiendo nueces con el culo, aunque las dos veces al segundo intento. Incluso si se lo pedimos; Iker llega a comentar que nunca pensó que vería en su vida a una mujer cumpliendo con esa petición de Nesss.
Nesss anduvo calculando si era el de más edad del local o no. Al principio había dudas, pero según se iban los tempraneros, al final no hubo duda. Las kupelas 13 y 14, las dos únicas de pie, que antaño cruzaban sus chorros, ahora no lo hacían por unos cms. Pero eran las más solicitadas por las hordas de jóvenes, que casi no se movían de allí. Tanto es así que no dejan a Celia hacer de txotxera aunque Edu les insistió a los jovenes que la dejaran encargarse del grifo, por lo que se fueron a otras kupelas. Posteriormente lo consiguieron cuando los zagales estaban sentaditos comiendo. Dada la remota ubicación del local, incluso venían y se iban jóvenes en taxi. No fuimos los últimos en llegar, ni tampoco en salir. Cuando nos fuimos pasadas las 23:30, seguían saliendo txuletones de brontosaurio a las mesas.